Una filtración con los datos de más de
18.000 cuentas revela que Credit Suisse tenía dinero de docenas de clientes de
alto riesgo, pese a que lleva dos décadas prometiendo tomar medidas contra los
fondos ilegítimos
En muchos casos una simple búsqueda en
Google habría servido al banco para detectar los problemáticos antecedentes de
estos individuos, pero lo que hizo fue prestarles servicios financieros durante
años
El banco suizo afirma que el 90% de las
cuentas por las que se interesaron los periodistas "ya están cerradas o en
proceso de cierre" y asegura que aplica "una política de tolerancia
cero con la evasión fiscal"
Esta información forma parte de ‘Suisse
Secrets’, una investigación periodística internacional centrada en la actuación
de Credit Suisse. infoLibre es el único medio español de los 48 que participan
en el proyecto
Logotipo del banco Credit Suisse en la entrada principal de su sucursal en Fráncfort (Alemania). EP
OCCRP / Süddeutsche Zeitung
Un jefe de espías de Yemen implicado
en torturas. Los hijos de uno de los hombres fuertes de Azerbaiyán que
gobierna su propio feudo montañoso privado. Funcionarios acusados de saquear la
riqueza petrolera de Venezuela y de acelerar el hundimiento
del país en la crisis humanitaria.
Vienen de todos los rincones del planeta, están
vinculados con un régimen autoritario o corrupto y se han enriquecido de
maneras diferentes. Pero hay algo que les une: dónde guardaban su
dinero.
Por encima de sus relojes de lujo, sus montañas nevadas
y su excelente chocolate, Suiza es sobre todo conocida por el secretismo
de su sector bancario. Y en el corazón de esa industria está Credit
Suisse, que a lo largo de sus 166 años de historia se ha convertido en una
de las más importantes instituciones financieras del mundo.
Con cerca de 50.000 trabajadores y
1,5 billones de francos suizos en activos que le gestionan a 1.5
millones de clientes, este coloso financiero es “sólo” el segundo
banco más grande de Suiza (por detrás de UBS). Una evidencia del
predominio de este sector en la próspera y pudiente nación alpina.
Pero este brillante éxito tiene su lado
oscuro, como revela la investigación periodística Suisse Secrets,
basada en una filtración realizada hace más de un año al periódico alemán Süddeutsche
Zeitung por una fuente anónima. Se trata de datos
sobre más de 18.000 cuentas abiertas en el banco Credit
Suisse. En la investigación han participado 48 medios y 163 periodistas de 39
países, coordinados por la organización OCCRP (Organized Crime
and Corruption Reporting Project) y el Süddeutsche Zeitung. infoLibre es
el único medio español que forma parte de este proyecto. [Puedes ver aquí la lista con
todos los medios que participan en Suisse Secrets y las claves
del proyecto, leer aquí las motivaciones
que llevaron a la fuente a realizar la filtración y consultar aquí la versión
oficial del banco].
Clientes problemáticos
Los documentos filtrados distan mucho de ser una lista completa de los clientes del banco, pero brindan una visión reveladora de lo que esconde la cortina del secreto bancario suizo.
Los periodistas pasaron meses revisando los datos
e identificaron que docenas de cuentas pertenecían a políticos corruptos,
criminales, espías, dictadores y personajes con un historial de vínculos con
sociedades en paraísos fiscales. No se trata de nombres desconocidos, una
simple búsqueda en Google permitía muchas veces identificar sus
fechorías. Pese a ello, sus cuentas, que en conjunto acumularon más de
8.000 millones de dólares, permanecieron abiertas durante años.
Los clientes de Credit Suisse incluyen a la
familia de un jefe de inteligencia de Egipto que supervisó la tortura de
sospechosos de terrorismo para la CIA estadounidense; un italiano acusado de
blanquear fondos para la organización criminal ‘Ndrangheta; un
ejecutivo alemán que sobornó a altos cargos del gobierno nigeriano a
cambio de contratos en las telecomunicaciones; y el rey Abdalá II de
Jordania, que tuvo una cuenta que alcanzó un pico de 230 millones de
francos suizos, mientras que su país recibía miles de millones de ayuda
extranjera.
En Venezuela, élites acusadas de saquear PDVSA,
la empresa petrolera estatal, movieron cientos de millones de dólares a cuentas
de Credit Suisse. El dinero fluyó en un momento en el que las arcas públicas
eran robadas, lo que precipitó el hundimiento económico que ha forzado a seis
millones de personas a salir del país y colocó a otras muchas al borde de la
hambruna. El banco mantuvo abiertas las cuentas de esos
clientes venezolanos, incluso cuando su implicación en casos de corrupción
había quedado expuesta en los medios.
Expertos en cumplimiento bancario que examinaron los
hallazgos de OCCRP afirmaron que muchas de esas personas nunca tendrían
que haber sido aceptadas por Credit Suisse.
“La gente no debe tener acceso al sistema financiero
si lo que están ingresando es dinero producto de la corrupción”, explicó Graham
Barrow, un experto independiente en criminalidad financiera. “El banco
tiene claramente el deber de asegurar que los fondos que maneja tienen un
origen claro y legítimo”.
Credit Suisse no es el único culpable. Muchos de los
grandes bancos y entidades financieras han enfrentado escándalos similares.
Muchos prometieron reformarse. Y, sin embargo –como revelan
proyectos como este– siguen permitiendo a clientes problemáticos
mantener sus fortunas a buen recaudo en uno de los lugares más seguros y
fiables del mundo.
“La ironía es que Suiza se ha convertido en el lugar
al que va el dinero sucio porque es un país puro, bien administrado, confiable”,
destaca James Henry, asesor senior de la organización
británica Tax
Justice Network que ha estudiado la evasión fiscal en Credit
Suisse. “El modelo de negocio de tomar dinero de países pobres es
el problema”.
Respondiendo a un cuestionario sobre los hallazgos del
proyecto Suisse Secrets, el banco suizo señaló que la gestión
del riesgo era “el núcleo” de su negocio. Si bien se negó a discutir casos
individuales descubiertos por periodistas por razones de confidencialidad,
Credit Suisse señaló que eran "predominantemente históricos" y
que el 90% de las cuentas problemáticas identificadas por los periodistas
"están hoy cerradas o estaban en proceso de cierre antes de recibir las
consultas” de los reporteros
“Como institución financiera líder a nivel mundial,
Credit Suisse es profundamente consciente de su responsabilidad,
con los clientes y el sistema financiero en su conjunto, de garantizar que las
normas de conducta más estrictas se mantengan”, agregó
Desde el interior del
banco
OCCRP habló con más de una docena de antiguos
y actuales empleados para entender cómo se explica que el banco haya
aceptado a tantos clientes problemáticos. Ninguno quiso dar su nombre,
señalando que el banco es muy proclive a arrastrar extrabajadores a los
tribunales. Tampoco compartieron pruebas de lo que dijeron. Pero muchos de
los entrevistados mencionaron los mismos problemas y hubo consenso sobre
algunos de estos.
Mientras que algunos defienden que el
cumplimiento era diligente y había mejorado considerablemente en los últimos
años, la mayoría habla de una cultura corporativa altamente
tóxica que incentivaba a tomar riesgos a cambio de beneficios y
bonus.
Los empleados señalaron que los bonus están
condicionados al “nuevo dinero neto” que traían al banco.
“El banco alienta al banquero a mirar hacia
otro lado con una cuenta que saben que es tóxica”, indica un
ejecutivo experimentado. “Si tú cierras esta cuenta tóxica,
especialmente si la cuenta excede de los 20 millones, el banquero se encuentra
a sí mismo en un profundo agujero. Un profundo agujero del que es casi
imposible salir”.
Y eso conduce a una cultura, señalan, donde hay dos
tipos de reglas para dos tipos de clientes: los ricos y los muy
ricos.
“La debida diligencia con clientes y cuentas, digamos
al nivel de un millón, es muy exhaustiva”, describe un antiguo ejecutivo
senior. “Pero cuando se trata de cuentas de alto valor neto, los jefes alientan
a todos a mirar hacia otro lado y los gerentes se sienten intimidados por sus
bonus y su seguridad laboral”.
Además, hay grandes cuentas que son
mantenidas tan en secreto que solo unos pocos ejecutivos senior saben quiénes
son sus propietarios.
“Cuando alguien quiere realizar un blanqueo de
capitales después de haber saqueado bienes del país, por ejemplo,
necesita transferir el dinero. Así que los titulares de grandes cuentas van
directamente a los gerentes de muy alto nivel”, señala un ejecutivo.
El sistema se basaba en la negación plausible,
dijeron antiguos empleados. A los empleados se les dan normas estrictas, pero
no sólo no las hacen cumplir para las grandes cuentas, sino que hay incentivos
para ignorarlas.
"El departamento de cumplimiento del
banco es maestro de la negación plausible", afirma el ex alto
directivo. "Nunca hagas una pregunta de la que no quieras saber la
respuesta".
“Nunca es culpa del banco, es siempre ese
empleado ‘manzana podrida’ el que es responsable si pasa algo
malo”, denuncia un antiguo trabajador.
El resultado final es una desconexión entre el banco y
sus empleados. “El tipo de gente que atrae el banco son mercenarios,
que lo que buscan es enriquecerse en primer lugar. Entendiendo
posiblemente que no hay una relación real con el banco. Tú solo estás allí
mientras ganes dinero, sin importar cómo lo ganes”, critica un gerente.
“No tienes que preocuparte por lo que vaya a pasar
dentro de ocho o diez años porque es poco probable que estés allí.
Normalmente, ese es el tiempo en que tardan esos acuerdos en estallar”,
explica.
Estas fuentes internas se hacen eco de las
acusaciones que Credit Suisse afronta en este momento, en la
primera causa penal contra un banco helvético en Suiza. Los fiscales
sostienen que Credit Suisse permitió a un grupo de narcotraficantes búlgaros
blanquear 146 millones de euros procedentes de la droga a través de
sus cuentas.
Gerentes senior están acusados de ignorar numerosas
advertencias que vinculaban a estos clientes búlgaros con actividades poco
recomendables. Eso incluye depositar dinero en efectivo, que se movieron en
coche de Sofía a Suiza, y que al menos otro banco suizo rechazó. Incluso después
de que asesinaran a dos de los criminales y que medios los
identificaran como traficantes de cocaína, el banco miró hacia otro lado.
Una banquera que trató con los búlgaros testificó que
Credit Suisse la instruyó cuidadosamente sobre cómo presentarse ante clientes
potenciales y sobre la importancia del secreto bancario suizo, pero no sobre el
cumplimiento, según informó el diario Financial Times. Como
prueba, uno de sus exámenes de cumplimiento fue presentado ante el
tribunal. Ella solo respondió correctamente una cuarta parte de las preguntas.
La acusación citaba el "incumplimiento" por
parte de Credit Suisse en adoptar "medidas organizativas razonables y
necesarias para evitar que se produzcan actividades de blanqueo de
capitales."
Una historia de
secretos
La reputación de Suiza como garante del secreto
bancario se remonta varios siglos atrás.
En 1713, el Consejo de
Ginebra prohibió a los banqueros divulgar detalles de sus clientes para
salvaguardar los intereses de la monarquía francesa, que quería
mantener ocultos sus negocios con bancos en un país protestante ‘herético’.
El estatus internacional de neutralidad de Suiza,
reconocido en el siglo XIX, ayudó a traer grandes cantidades de
capital desde el extranjero, al igual que un sector turístico en expansión que
intentaba atraer a los más ricos de Europa para largas estadías en palacios
junto a lagos o en sanatorios alpinos.
“Para añadir algo que otros países no tenían,
también adoptaron medidas fiscales para estimular la llegada
de personas ricas desde el extranjero para largas estancias en Suiza”, explica
Sébastien Guex, profesor de Historia en la Universidad de Lausana que estudia
el sistema bancario suizo.
Suiza se convirtió en un paraíso fiscal y empezó a
competir con Francia y otros grandes Estados europeos para atraer
capital extranjero. Fuera por las montañas o por las leyes, aquello
funcionó. Extranjeros adinerados comenzaron a llegar con su
dinero.
Con el estallido de la Primera Guerra Mundial,
los millonarios europeos giraron sus miradas hacia Suiza para protegerse
de la inestabilidad económica y de los aumentos de impuestos por el esfuerzo
bélico. En la Segunda Guerra Mundial se repitió el
patrón y, mientras que la mayor parte de Europa quedó en ruinas, la
neutral Suiza salió indemne y con depósitos de todas partes.
En 1934, Suiza reforzó su
secretismo con la Ley Bancaria, que castigaba con cárcel a cualquier
empleado bancario que revelara información confidencial de un cliente.
Recientemente, Suiza ha realizado cambios en la
regulación de su sector bancario.
Tras la crisis financiera iniciada en 2008,
el país levantó el velo sobre miles de cuentas después de que
un empleado de UBS le diera información a fiscales estadounidenses sobre la
manera en la que el banco ayudaba a estadounidenses a esconder sus
activos.
Pero el acuerdo también garantizó que Estados
Unidos desestimara los cargos por permitir la evasión fiscal y
aumentó la condena máxima por violar las leyes de secreto bancario de solo
seis meses a tres años.
Expertos dicen que esa ley esencialmente criminaliza
a los denunciantes de irregularidades, silenciando fuentes internas e
incluso periodistas que quieran exponer irregularidades en un banco suizo.
El artículo 47 de la Ley Bancaria suiza pone a los
periodistas del país en riesgo de ser procesados por la simple
posesión de datos bancarios privados, aunque no sean publicados. Por esta
razón, Tamedia, un grupo de medios suizo declinó colaborar en la investigación
de Suisse Secrets.
"Esta ley es una restricción masiva de la
libertad de prensa en Suiza", denuncia Arthur Rutishause, de Tamedia.
"Sólo sirve para censurar e intimidar a los medios de
comunicación. La ley puede proteger a los delincuentes y sus bienes. Los
periodistas que intentan desenmascararlos se arriesgan a un proceso
penal".
“Parece una ley del siglo XIX”, sostiene Jeffrey
Neiman, un abogado estadounidense que representa a denunciantes de Credit
Suisse. “Esa ley demoniza a aquellos que presentan buena
información para exponer la corrupción”, añadió.
Comprando el
secretismo
Si Credit Suisse vendía secretismo, tenía muchos
compradores.
Los documentos filtrados analizados por los
periodistas muestran cuentas vinculadas a varios presuntos autores de
violaciones de derechos humanos, como el antiguo ministro de defensa
argelino Khaled Nezzar. Como jefe de las fuerzas armadas, Nezzar
era considerado el líder de facto de Argelia de 1991 a 1993, cuando
estalló una guerra civil marcada por las atrocidades contra
civiles.
A pesar de que las acusaciones en su contra eran bien
conocidas, Nezzar aparece como cliente de Credit Suisse, con dos
cuentas que acumularon activos de al menos dos millones
de francos suizos. Estuvieron activas hasta 2013, dos años
después de que una investigación sobre su implicación en crímenes de guerra
fuera abierta en Suiza.
Sus abogados aseguraron que Nezzar “niega toda
mala acción. No cometió y tampoco ordenó crímenes de guerra. No proveyó
asistencia y tampoco permitió intencionadamente la comisión de crímenes de
guerra”.
Los dos hijos de uno de los hombres fuertes de
Azerbaiyán, que gobierna con mano de hierro una región aislada del país,
también tenían cuentas en Credit Suisse. Mientras que el régimen de su padre
imponía sus brutales caprichos a la población de Najicheván –en
un momento incluso prohibió hornear pan en casa o colgar la ropa en los
balcones–, Rza y Seymur Talibov usaron sus cuentas en Suiza para ingresar
millones de dólares de empresas de papel asociadas a sistemas de
blanqueo de dinero.
Credit Suisse también ofreció servicios bancarios a
figuras involucradas en escándalos de corrupción en algunos de los países más
pobres del mundo. En Angola, un banquero caído en desgracia,
investigado en Portugal tras la quiebra del banco que dirigía con 5.700
millones de dólares de deuda imposible de rastrear, tenía varias cuentas
de Credit Suisse, algunas de las cuales están siendo examinadas por
fiscales de Portugal.
En Kenya, Credit Suisse
ofreció servicios bancarios a un actor clave en un enorme escándalo de
corrupción incluso después de que las autoridades lo declararan fugitivo.
Millones de dólares parecen haber sido retirados de la cuenta, mientras que
investigadores en Suiza y Kenya intentaban rastrear los fondos robados.
En los datos filtrados también aparecen varios nombres
de Asia Central. Aunque sólo constituyen una pequeña fracción de
los clientes identificados por los periodistas, por sus cuentas pasaron miles
de millones de francos suizos. Estas personas representan a gran parte
de la élite centroasiática, incluidos oligarcas que se enriquecieron con la
extracción de recursos naturales, ministros y otros altos funcionarios, algunos
de los cuales han sido condenados por corrupción masiva. Incluso los hijos de
dos ex presidentes, Nursultan Nazarbayev de Kazajistán,
e Islam Karimov de Uzbekistán, controlaban cuentas de Credit
Suisse, mientras ambos seguían en el poder.
Carlos Luis Aguilera Borjas, el antiguo jefe de
la inteligencia venezolana, era otro de los clientes de Credit Suisse. Aguilera
era cercano al expresidente Hugo Chávez, fallecido en 2013. En 2001,
Chávez colocó a Aguilera como jefe del servicio secreto, donde
mantuvo un perfil bajo, evitando entrevistas y fotografías. Lo llamaban El
invisible. “Nadie lo ve. Yo sí sé dónde está”, dijo Chávez en 2002 en una
retransmisión nacional de su programa semanal de televisión Aló
Presidente. Pero Aguilera cayó en desgracia a mediados de ese año,
pues no pudo prevenir el golpe de Estado que estuvo a punto de derrocar a
Chávez. Salió del servicio secreto y, tras otro cargo en el Gobierno, saltó de
lleno al sector privado, donde amasó una fortuna que pocos
venezolanos pueden imaginar.
En 2007, Aguilera se convirtió en el principal accionista
de Inversiones Dirca S.A., una sociedad venezolana que el año siguiente le
aseguró un contrato de 1.850 millones de dólares para renovar el metro de
Caracas a un consorcio empresarial español. No hubo un proceso de licitación
pública y Aguilera se llevó una comisión del 4.8%, que equivalía a cerca de 90
millones. En el 2011, se abrieron dos cuentas a nombre de
Aguilera que alcanzaron un balance de al menos 7,8 millones de
francos suizos. Las cuentas de Aguilera estaban abiertas bien entrada la
década pasada, cuando los datos del proyecto Suisse Secrets fueron
recopilados.
“Por definición, él es de alto riesgo”,
dice Barrow, el experto en criminalidad financiera. Añadió que los bancos son
responsables de asegurarse que las fuentes de los fondos de sus clientes con
conexiones políticas sean legítimas.
Aguilera no respondió a las preguntas
que OCCRP le envió por correo electrónico.
Escándalo tras
escándalo
Credit Suisse se ha comprometido repetidamente a luchar
contra los fondos ilícitos, después de una serie de escándalos que
estallaron hace dos décadas tras la muerte del dictador nigeriano Sani Abacha.
Tras el fallecimiento de Abacha en 1998 se conoció que Credit Suisse ayudó a
esconder parte de los miles de millones de dólares que su familia saqueó del país.
En un esfuerzo por aplacar esa revelación, el entonces
presidente del banco dijo en 2000 que había "mejorado continuamente los
procedimientos de control y su cumplimiento".
Ese mismo año, Credit Suisse se convirtió en miembro
fundador del Grupo Wolfsberg, una asociación bancaria internacional
creada para frenar los flujos financieros ilícitos.
"El banco se esforzará por aceptar sólo a
aquellos clientes cuya fuente de riqueza y fondos puedan establecerse
razonablemente como legítimos", rezaba una declaración de la
misión del Grupo Wolfsberg en 2000.
Sin embargo, las promesas de limpieza de Credit Suisse
no evitaron que la entidad terminara vinculada a otros casos delictivos.
"Al banco le gusta decir que son sólo banqueros
deshonestos", afirma Jeffrey Neiman, el abogado estadounidense.
"Pero, ¿cuántos banqueros deshonestos hay que tener para
empezar a tener un banco deshonesto?".
Neiman no representa a la fuente de la filtración
de Suisse Secrets. Pero uno de sus clientes es un denunciante que
en febrero de 2021 declaró en un tribunal de Estados Unidos que Credit Suisse
seguía ayudando a estadounidenses a ocultar ilegalmente cientos
de millones de dólares en paraísos fiscales. De ser cierto, esto supondría una
violación a un compromiso que el banco tomó en 2014, cuando llegó a un acuerdo
con la justicia de Estados Unidos.
El Departamento de Justicia y la poderosa Comisión de
Finanzas del Senado investigan actualmente si Credit Suisse
siguió facilitando la evasión fiscal después de llegar al acuerdo y pagar una
multa récord de 1.300 millones de dólares en 2014.
El presidente del banco en aquel momento, Urs
Rohner, admitió errores en su manejo del escándalo de evasión
de impuestos, pero le dijo a un canal de televisión suizo que él mismo tenía
“las manos limpias”.
Recordando este incidente en una entrevista reciente
con OCCRP, el parlamentario suizo del Partido Verde Gerhard Andrey indicó que
aún siente incredulidad porque los ejecutivos de Credit Suisse nunca asumieran
su responsabilidad por este escándalo.
"¡Es la cabeza de la empresa! Si eres director
general o presidente, no puedes decir: 'No tiene nada que ver
conmigo', porque eres responsable de definir la cultura corporativa",
destaca Andrey por teléfono desde el Parlamento suizo. "La cultura la
definen de arriba abajo los altos cargos, el consejo de administración y los
ejecutivos".
Expertos sostienen que las multas no son
suficientes. Los bancos grandes y pudientes no van a cambiar hasta que no
se enfrentan a regulaciones más estrictas, como suspender sus licencias o
acusar a gerentes de manera individual.
Frank Vogl, antiguo responsable
en el Banco Mundial y ahora un activista contra la cleptocracia,
sostiene que los banqueros parecen tratar las multas, incluso muy
abultadas, simplemente como “un coste más de hacer negocios”.
Recuerda que las autoridades judiciales estadounidenses y europeas han
lanzado en los últimos años un “asombroso” número de casos contra Suiza y
bancos suizos, “pero ningún director ejecutivo de estos bancos ha sido acusado
personalmente, ni siquiera perdió su trabajo por esos crímenes”.
“Los CEO tienen que ir a la cárcel para
que esto tenga efecto”, mantiene Henry, del Tax Justice Network, señalando
que la multa de 1.300 millones de dólares era incluso deducible de impuestos.
Aunque los críticos acusan a Credit Suisse de negligencia,
atribuyen gran parte de la culpa al gobierno suizo, responsable de un entorno
normativo laxo y de leyes que castigan a quienes denuncian la corrupción.
Stefan Lenz, exfiscal federal
helvético que investigó importantes casos de corrupción, señaló que hay
muy pocas investigaciones que apuntan a los bancos suizos o a sus directivos
por aceptar dinero ilícito. "Parece haber una falta de voluntad
política y de recursos para la aplicación de la ley",
indicó Lenz a OCCRP.
Andrey, el parlamentario del Partido Verde,
insta al Gobierno a tomar medidas por el bien de sus
ciudadanos. "Estoy orgulloso de ser suizo", dice. "Me duele
que los bancos estropeen la reputación de mi país con este
comportamiento".
“La gente está enojada con los escándalos que ya han
salido a la luz, y no sabemos cuántos escándalos desconocidos habrá",
concluye.
infoLibre 20 de febrero 2022
No hay comentarios:
Publicar un comentario