martes, 30 de agosto de 2022

HOY ESTOY ENFADADA

 

Normalmente no me enfado por casi nada; pero hoy estoy enfadada, porque me he puesto a pensar.

No es que no sepa, es que en general la gente tenemos poco tiempo para hacerlo. Sólo los jubilados, los locos, los parados, los que no van de vacaciones como yo, y cada vez menos, los niños, nos “encantamos” de vez en cuando.

(esta expresión catalana expresa a la perfección lo que les pasa a los niños que se quedan pensativos y ya no oyen, no ven, están para adentro, en una profunda reflexión)

Bueno, pues yo estaba encantada, reflexionando sobre la pregunta: ¿quién pagará la crisis? …Y cuando he pensado en la respuesta me he encendido: porque ¿por qué demonios tenemos que pagarla los de siempre? Y sigo pensando… Esto pasa, porque, como dice el refrán, el que no llora no mama…y ahora pienso que es un refrán muy feo, no deberíamos dejar llorar de hambre a las criaturas, ¿no creéis?

Pues nosotros, los paganos de siempre, no es tengamos que ponernos a llorar, es que tendríamos que estar berreando de la rabia. En la calle, por las plazas, en los mercados, tendríamos que gritar que no, no tenemos porqué pagar los platos rotos de los de siempre.

Los que cada día nos aprietan las clavijas unas vueltitas más, como si fuéramos máquinas.

Los que nos dan siempre gato por liebre, con el consumo, el crecimiento infinito, las hipotecas, el plan de jubilación o el euribor, (cuentos, paparruchas, mentiras de las gordas).

Los mismos que meten sus ahorrillos en paraísos fiscales, mezclados con los dineros de las mafias (pero, ¿ es que no sabéis que el dinero sucio se puede lavar y sacarlo mediante empresas ad oc blanquito y limpito como la ropa lavada con barbariel?) 

Los que defienden sus intereses, por encima de la vida la gente, de su libertad y de sus esperanzas. Y lo mismo vale para los políticos que les hacen el juego, a cambio de unas migajas de poder.

Estos son los que la han armado buena, y el único, o casi, que ha pagado con 250 años de cárcel ha sido Maddoff….

LA CRISIS NO TIENE SOLUCIÓN SI NO IMPLICA USAR MUCHA MENOS ENERGÍA


Jorge Riechmann (Madrid, 1962), profesor de filosofía moral de la UAM, ensayista y poeta, ha dedicado su extensa obra a analizar la dimensión de la crisis ecológica. Sus reflexiones quedan recogidas en libros como “Otro fin del mundo es posible”, “Informe a la Subcomisión de Cuaternario” o “Ecosocialismo descalzo”. Él mismo confiesa que ha sufrido la "ecodepresión".

¿Usted hará caso a las medidas que propone el Gobierno para reducir el consumo de energía?
¡Cómo no! Son medidas de ahorro insuficientes y que llegan tarde, pero más vale eso que nada. Para poder seguir viviendo en una Tierra habitable, necesitamos reducir drásticamente nuestro uso de energía en el Norte global.

¿Toma medidas en este sentido?
Medidas personales, sí: no tengo coche, nunca lo tuve; dejé de comer carne en 1993, dejé de volar en 2015 y antes nunca lo hice en distancias cortas; uso pocos electrodomésticos, nada de televisión ni aire acondicionado; mi suministro eléctrico es con la cooperativa, Som Energia, que fomenta las fuentes renovables.

Para poder seguir viviendo en una Tierra habitable necesitamos reducir drásticamente nuestro uso de energía en el Norte global

¿Tiene sentimiento de ecoansiedad o culpabilidad en el actual momento?
Viví mi “ecodepresión” en 2013-2014: fue cuando llegué a la conclusión de que no seríamos capaces de evitar la cadena de desastres que podemos llamar colapso. Hoy tengo un fuerte sentimiento no de ecoansiedad  sino de pena, y algo de culpa, porque los movimientos ecologistas, con los que me identifico, no fuimos capaces de cumplir nuestra “misión histórica”: el giro hacia la sustentabilidad no se consumó, y en los años 1970-1980 perdimos frente al empuje del capitalismo neoliberal. Eso fue una tragedia para la humanidad (y para toda la vida en el planeta) y nos sitúa frente al abismo en el que ahora nos encontramos.

¿Cómo definiría a esta situación? ¿Estamos ante las consecuencias del final del petróleo barato?
Hay dos verdades que, más que incómodas -dice refiriéndose a la expresión an inconvenient truth que Al Gore acuñó-, que son inaceptables desde la visión que predomina sobre el mundo. Pero si no nos hacemos cargo de la realidad estamos perdidos.

La primera es que el calentamiento global, más bien hay que hablar de tragedia climática, no significa algunas molestias más para nuestra vida cotidiana, como un poco más de calor en verano, disponer de algo menos de agua de lo que solíamos: lo que está en juego son sociedades inviables en una Tierra inhabitable. Y la segunda es que la crisis energética no tiene ninguna solución que no implique vivir usando mucha menos energía, lo que significa empobrecimiento de algún tipo. No aceptamos que buena parte de lo que hemos llamado “progreso” y “desarrollo” a lo largo de los dos últimos siglos se debe en buena medida a la excepcionalidad histórica de los combustibles fósiles y a la estupefaciente sobreabundancia energética que nos proporcionaron.

Y aboga en sus libros por consumir menos y repartir mejor...
En el nivel de consumo actual de España, con las enormes desigualdades y la violenta fractura social existente, el planeta no podría soportar más que a 2.400 millones de habitantes, ¡y ya somos 8.000 millones!

jueves, 25 de agosto de 2022

Nucleares y CO2 ¿Quién miente?


Estamos en pleno rifirrafe del Cambio Climático, y los posnucleares uno de los argumentos principales que esgrimen, si no el principal, es que hay que mantener las nucleares porque la energía nuclear es la más limpia con cero emisiones de CO­2.

Por el contrario en escritos de diferentes plataformas ecologistas se puede leer que este hecho es falso, que la nuclear es igual de sucia que las otras energías no renovables, pues para producir un Kwh nuclear se genera tanto CO­2 como para producir un kwh mediante combustibles fósiles. Esta generación de CO­2 no se produce en la central nuclear, sino en el proceso previo de enriquecimiento del uranio, por lo que de ser así está claro que la energía nuclear sería igual de sucia que las otras. En concreto se puede leer en esos escritos que se genera entre 150 y 300 kg de CO­2 por Megawatio de electricidad nuclear, casi tanto como una central térmica de ciclo combinado.

Sin embargo cuando los medios de comunicación transmiten que la energía nuclear es completamente limpia jamás cuestionan lo que acabamos de exponer, por lo que pensamos que, o no se han enterado o no se quieren enterar. Lo que está claro es que o los pronucleares o los ecologistas están engañando a los ciudadanos. Dada la trascendencia de este asunto sólo está en los medios de comunicación ponerlo sobre la mesa y que se aclare quien está mintiendo. Y no estamos hablando de residuos, sólo estamos hablando de CO­2

 

 

jueves, 11 de agosto de 2022

ESTO LO CAMBIA TODO. EL CAPITALISMO CONTRA EL CLIMA.

Os dejamos este artículo publicado en la web de Attac Catalunya

"Lo que está pasando ahora en el planeta ya lo predijo Naomi Klein hace 7 años cuando presentó su libro “Esto lo cambia todo. El Capitalismo contra el Clima”.

En este ensayo, la activista canadiense fija su mirada en el calentamiento de la Tierra. En líneas generales, el suyo era un mensaje esperanzador, siempre y cuando se fuese reduciendo, a partir de ese momento, la utilización de combustibles fósiles. El libro (también) es una furibunda crítica al sistema capitalista que impera hoy.

Os dejamos la charla de Naomi Klein cuando presentó su libro en el Círculo de Bellas Artes de Madrid en una conferencia en la que también participó Yayo Herrero (FUHEM)"



            https://attac-catalunya.cat/


martes, 2 de agosto de 2022

Ideas, intereses e instituciones en la reforma de la fiscalidad de las empresas multinacionales

 


1.   Introducción

La globalización económica siempre ha tenido una gobernanza limitada e imperfecta, prácticamente inexistente en el ámbito de la fiscalidad internacional. La capacidad de las grandes empresas multinacionales o de individuos con elevada riqueza para eludir o evadir impuestos se había convertido en los últimos años –y muy especialmente desde la Gran Recesión de 2008-2010–, en una importante fuente de deslegitimación de la integración económica internacional (Rodrik, 2011). Sin ir más lejos, la OCDE estimaba en 2021 que, debido a estas prácticas fiscales agresivas, las autoridades dejan de recaudar anualmente entre 100.000 y 240.000 millones de dólares, equivalentes a entre un 4% y un 10% de todos los ingresos sobre el impuesto de sociedades a nivel mundial (OECD 2021:13).

Aunque en la última década el tema de la creciente desigualdad y el desigual reparto de las ganancias de la integración económica y financiera internacional ha saltado al debate público, lo cierto es que no había sido posible llegar a un acuerdo para la regulación de los paraísos fiscales y de la evasión y elusión fiscal por parte de empresas transnacionales. Sin embargo, el 30 de octubre de 2021, tras los importantes aumentos de déficit y deuda pública ocasionados por la respuesta económica a la recesión derivada de la pandemia de COVID-19, y bajo el decidido impulso estadounidense, los líderes del G20 aprobaron en Roma una Declaración de coordinación tributaria que supone un gran paso adelante en la fiscalidad global e, indirectamente, en la gobernanza de la globalización financiera. Este acuerdo, alcanzado sobre la base de la iniciativa para combatir la erosión de las bases imponibles y el traslado de beneficios (BEPS, por sus siglas en inglés) dentro del Marco Inclusivo de la OCDE/G20, se sustenta en dos pilares: un conjunto de normas para reasignar parte de los beneficios de las multinacionales a los lugares donde concentran sus ventas (aunque no tengan establecimiento permanente, como suele ser el caso de los gigantes digitales) y otro para evitar que el juego de cadenas de filiales y discrepancias en las retenciones por pagos intragrupo eluda una imposición mínima de sociedades (OECD, 2021).

El acuerdo debería entrar en vigor a partir de 2023 y reemplazaría a los impuestos digitales unilaterales establecidos en los últimos años por algunos países europeos. Su puesta en marcha se llevará adelante en el Marco Inclusivo de la OCDE para BEPS, del que son miembros 141 países y jurisdicciones y en el que todavía faltan por negociarse multitud de detalles prácticos. Si se logra una efectiva implementación del acuerdo –algo que todavía no está plenamente asegurado–, aumenta la recaudación y se evita que muchas grandes empresas multinacionales eludan cualquier tipo de gravamen, se habrá dado un paso importante tanto en la gobernanza de la globalización como en su legitimación. Además, la comunidad internacional habrá demostrado que es capaz de alcanzar e implementar acuerdos en un contexto de creciente erosión de la cooperación multilateral y en un asunto que, a ojos de la mayoría de la ciudadanía, exigía una sólida respuesta.

Este artículo aborda esta cuestión y plantea dos objetivos. Por una parte, explicar por qué y cómo se ha llegado a este acuerdo en 2021, cuando desde el punto de vista económico ya existía desde hace años un consenso sobre la necesidad de regular la fiscalidad de las empresas multinacionales y terminar con el “modelo de negocio” de los paraísos fiscales. Por otra, desgranar su complejo contenido y su posible impacto económico, así como sus problemas de implementación. Para ello, en primer lugar, se plantea por qué era necesario un acuerdo, describiendo las estrategias de las empresas multinacionales para eludir su carga fiscal, así como el impacto económico de dichas prácticas; en segundo lugar, a partir del marco teórico de economía política planteado por Hall (1997) que explica los cambios en políticas públicas a través del papel combinado de las ideas, los intereses y las instituciones, identificaremos los principales vectores que han propiciado el acuerdo; finalmente, detallaremos el contenido del pacto (los llamados Pilares I y II) y evaluaremos sus potenciales repercusiones económicas.

2.   ¿Por qué un acuerdo? ¿Por qué ahora?  

Nuestros cuerpos ancestrales no mantienen el ritmo del cambio

 


Heather Heying, bióloga evolucionista

Incoherencia
Heather Heying y su marido, Bret Weinstein, se doctoraron juntos en Biología, y juntos han recibido varios premios por la calidad de sus investigaciones sobre la evolución y la adaptación. Ahora publican en España el resultado de más de veinte años de investigación, Guía del cazador recolector para el siglo XXI. Cómo adaptarnos a la vida moderna (Planeta), que es número uno en ventas en EE.UU. y que plantea lo siguiente: “Los principales retos a los que nos enfrentamos provienen de la incoherencia entre el estilo de vida que tenemos y nuestro legado evolutivo. Hemos evolucionado para vivir en clanes, pero no conocemos el nombre de nuestro vecino. La supervivencia en las sociedades primitivas dependía de nuestras diferencias sexuales que hoy se ponen en duda, y hemos alterado los hábitos de alimentación, sueño y educación”.

-¿Somos cuerpos antiguos en un mundo moderno?
Somos evolución, pero nuestros cuerpos ancestrales no mantienen el ritmo del cambio.

-¿Todo va demasiado deprisa?
La estructura de nuestros cuerpos apenas ha cambiado en los últimos 200.000 años, pero los contextos que nos rodean no han dejado de cambiar a una velocidad cada vez mayor.

-¿Y?
Afrontamos retos para los que nuestras estructuras mentales y fisiológicas no están preparadas. Generamos nuevos problemas a gran velocidad y eso afecta a nuestra salud física, mental, social y medioambiental.

-En eso somos los mejores.
Si no encontramos el modo de afrontar la novedad desaforada, la humanidad perecerá víctima de su propio éxito.

-Pero vivimos la época más próspera de nuestra historia.
Cierto, pero, sin embargo, tal como indican las estadísticas, las personas están más desganadas, enfadadas, extremas, ansiosas y deprimidas que nunca.

-¿El progreso nos sienta mal?
Se trata de una cuestión de hipernovedad. Somos los mejores y los más capaces de hacer frente al cambio, pero nuestros cuerpos, cerebros y almas no pueden seguir el ritmo.

-Nuestras almas, ¿a qué se refiere?
Somos más de lo que podemos comprender que somos, y parte de eso es la conexión entre nosotros, la conexión con el medio natural y con los otros seres.

-¿La conciencia colectiva está desapareciendo o cambiando?
Utilicemos la metáfora de la hoguera: a lo largo de la historia las personas se reunían en torno al fuego para compartir historias, esto es una conciencia colectiva.

-Ahora nos reunimos en torno al móvil.
La tecnología es maravillosa, pero de acuerdo con nuestra estructura sería aún más maravilloso si estuviéramos en la misma sala y pudiéramos compartir átomos y moléculas y no solo nuestras voces e imágenes. Hemos aplanado nuestra versión a solo dos dimensiones.

-¿A qué estamos renunciando?
En los países ricos se da un fenómeno peligroso al que llamamos el éxtasis del lactante: la renuncia a la conciencia colectiva a través de una serie de decisiones económicas y sociopolíticas poco convenientes a largo plazo.

-¿Somos cortoplacistas?
Si escribes en Twitter una reacción visceral, vas a estar enfadado, a ser menos eficaz en el trabajo y a tener peores relaciones ese día.

-Todo eso antes no pasaba.
Hace 10.000 años si ponía unas piedras para cruzar un riachuelo y me iba al agua, aprendía, porque todo se resumía a causa y efecto. Hoy por hoy, los sistemas son tan complejos que perdemos el control.

- La medicina ha evolucionado para bien.
Hace 30 años aún se pensaba que lo correcto era bajar la fiebre, sin embargo ahora sabemos que la fiebre es la respuesta adaptativa del cuerpo a un patógeno. El cuerpo sabe que el patógeno no sobrevive a altas temperaturas, y si reducimos la fiebre ayudamos al patógeno.

-¿Qué me quiere decir?
Es uno de tantos ejemplos del pensamiento de la biología evolucionista que no ha llegado a las corrientes principales. El problema es que somos arrogantes y reduccionistas.

-¿Reduccionistas en qué sentido?
Si divides un gran sistema en partes y las catalogas e identificas, el sistema siempre será mayor que la suma de las partes.

-¿Es una verdad científica?
Sí. Por ejemplo, reducimos los alimentos a química. Durante nuestra historia las cosas que sabían ricas eran buenas para nosotros. Antes chupábamos caña de azúcar, hoy fabricamos productos con azúcar. Hemos convertido un bien para nosotros en un mal.

-¿Cuáles son las principales disfunciones que ha creado la aceleración?
Psicológicamente, físicamente y socialmente no estamos sanos. Físicamente tenemos
dolencias y enfermedades que antes no existían , el sedentarismo, la contaminación.

-Psicológicamente.
Solemos llevar una vida muy desconectados unos de otros; aunque vivamos hacinados en ciudades, nos sentimos solos y la respuesta suele ser farmacológica en lugar de social. Nos falta la hoguera.

-¿El Homo sapiens tenía insomnio?
Solo ocasionalmente. A menudo lo que nos mantiene en vilo son la luz del exterior, el ruido y la luz azul de las pantallas.

-¿Estaríamos sanos si siguiéramos el ciclo de la naturaleza?
Si pudiéramos experimentarlo uno o dos años, nuestros cuerpos y mentes se transformarían, pero vivimos en función del reloj, que es algo absolutamente artificial.

-¿El problema es evolutivo?
Sí, y la solución también. Deberemos repensar nuestras capacidades y necesidades sociobiológicas y actuar en consecuencia.

 

IMA SANCHÍS    La Contra   Click News