El pasado 27 de
noviembre se publicó Renta básica: una herramienta de futuro,
primer trabajo en solitario del economista Julen Bollain (Éibar, 1990). A solo
48 horas de defender la tesis doctoral que dio origen a este debut editorial,
Bollain recibe a CTXT para hablar sobre un libro con el que pretende bucear en
“las tripas del sistema administrativo” para contar lo que ha visto sin
palabras biensonantes, “por duro que suene”. El resultado son casi 200 páginas
de impugnación a todo lo que está mal en el régimen neoliberal, con prólogo de
Daniel Raventós y epílogo de Guy Standing, dos auténticas referencias en la
materia.
Con la renta
básica como leitmotiv y pretexto del estudio, el eibarrés
disecciona con enorme precisión todas y cada una de las principales
disfuncionalidades de un sistema que acumula por desposesión. Pero no se queda
solo en la muestra de las deshilachadas costuras, sino que ofrece la aguja de
la redistribución y el hilo de la renta básica para ir recomponiendo los
dramáticos rotos provocados por un capitalismo que define como “un sistema
demoníaco lleno de callejones sin salida”. Ese es el verdadero punto fuerte del
libro: la claridad con la que presenta la renta básica como una medida
respaldada por estudios sólidos que podría aplicarse mañana mismo.
En el prólogo,
Daniel Raventós destaca tu capacidad para combinar la lucha política con la
investigación académica. Además, el libro está claramente enfocado en la
actualización de las teorías de la renta básica y en la presentación de sus
bondades de forma práctica y aplicable a la realidad social. ¿Crees que falta
voluntad de traer la renta básica más acá de las teorías sesudas?
Creo que hace
tiempo que la renta básica consiguió superar la barrera de lo académico para ir
haciéndose hueco en los movimientos sociales. Lo hemos comprobado durante la
pandemia: ha habido manifiestos a favor de la renta básica desde movimientos
feministas, LGTBI, de profesionales de la salud mental o ¡hasta del mismo Papa
Francisco! En parte, por eso, en este libro miro al futuro y trato de dar
continuidad a lo que se ha hecho hasta ahora.
En el caso de
España, en 2020, la cobertura de la renta mínima se situaba en el 28% de la
renta mediana de los ingresos a nivel nacional
Uno de los mayores
retos es político. Tenemos que movilizarnos y presionar a los políticos para que
actúen. La mayoría tienen, tal y como dice Guy Standing en el epílogo del
libro, alma de espagueti. Es decir, no tienen mucho valor
intelectual, pero sí entienden la presión. La cuestión es si la gente de a pie
–tú y yo– queremos un cambio. La última encuesta realizada al respecto en la
Unión Europea evidenció que el 64% de la ciudadanía europea votaría a favor de
una renta básica.
Tras la II Guerra
Mundial, la idea de renta básica –cuyo rastreo histórico te lleva hasta el s.
XVI– se abandona en favor de modelos condicionados en los que la asistencia
pública se brinda solo a quien puede demostrar que se encuentra en una
situación “de necesidad”. Esto genera una idea individualista y patriarcal del
Estado del Bienestar, en el cual recibir ayuda es penalizado y estigmatizado.
¿Cuáles son las consecuencias de esta evolución?
Las consecuencias
son claras porque, lo que realmente diferencia a los programas de rentas
mínimas y a la renta básica, es su diferente concepción expresada en términos
de libertad. Las rentas mínimas ayudan a las personas una vez éstas han
“fracasado” y esta asistencia ex post conduce
irremediablemente a una pérdida de libertad. La renta básica, no obstante,
actúa ex ante, garantizando a toda la población la existencia
material de entrada y, por lo tanto, aumenta la libertad efectiva para la
inmensa mayoría de la población no estrictamente rica. Una persona no puede ser
libre si no tiene su existencia material garantizada.
“Aún hoy en día,
la mayoría de los países de la OCDE mantienen las cuantías de sus rentas
mínimas por debajo del umbral de la pobreza, imposibilitando de facto que
las familias que reciben estas prestaciones superen esta barrera”, una
afirmación que respaldas con datos incontestables. ¿Qué dice eso del
diseño y el objetivo de las rentas mínimas?
¡Ojalá tuviera una
respuesta que no me hiciera sentir absoluto desprecio por algunos gobernantes!
Es un despropósito. En el caso de España, en 2020, la cobertura de la renta
mínima se situaba en el 28% de la renta mediana de los ingresos a nivel
nacional. Si el 60% es el umbral de la pobreza y el 40% es el umbral de pobreza
severa, podéis haceros una idea de lo que significa el 28%.
En un modelo de
sociedad trabajocentrista, las rentas mínimas son vistas como un instrumento
que corrige cualquier desviación que disienta con el camino
marcado por los designios del mercado laboral. ¿Cabe la implantación de una
renta básica sin haber roto la incuestionabilidad de ese modelo?
Yo creo que ese
modelo lleva años siendo cuestionado. Las personas cada vez estamos más
decididas a trabajar para vivir y no a vivir para trabajar. Diría que hay dos
aspectos clave que nos van a hacer avanzar hacia este nuevo paradigma social.
En primer lugar, la evolución del mercado laboral. Parecería lógico pensar que,
si el mercado laboral es incapaz de garantizar empleo de calidad para todas las
personas, habrá que garantizarles la subsistencia, independientemente del
mercado.
Estamos en un
momento en el que podemos aprovechar el aumento de la productividad con el fin
de conseguir ampliar el tiempo libre de la gran mayoría social. Tenemos la
oportunidad de repartir el trabajo existente –el remunerado y el no remunerado–
para que todas las personas podamos vivir vidas más dignas, más nuestras y más
equilibradas.
En segundo lugar,
la crisis ecológica. Debemos buscar un equilibrio entre la economía y los
límites del planeta. Si uno de los objetivos para luchar contra la crisis
climática es que no exista un gran crecimiento agregado –o incluso un
decrecimiento– y limitarnos, en la medida de los posible, a la utilización de
los recursos que el planeta es capaz de (re)generar, la única forma de reducir
las desigualdades y evitar una mayor polarización en la sociedad es mediante
una redistribución de los recursos existentes.
¿Qué papel juega
el discurso de las “paguitas” en todo esto?
A quien hable de
“paguitas” le recomendaría que acompañara a una persona a los servicios
sociales y viera lo idílico de la situación. “Paguita” es lo que reciben todos
los meses los multipropietarios de la economía rentista o las bonificaciones a
los grandes patrimonios y las grandes herencias.
Este estigma
social tiene su nacimiento en el establecimiento en nuestra sociedad de un
modelo meritocrático basado en una supuesta promoción de las personas según su
mérito y no según su origen social, riqueza o sistema de relaciones. Este
modelo meritocrático, que permite legitimar la desigualdad que se da en nuestra
sociedad por parte de quienes dan forma a las reglas económicas, sociales y
políticas, ha asentado las bases para la creación de un discurso de odio,
juicio y rechazo al pobre.
Uno de los hilos
conductores del libro es la relación que haces entre la concentración de
riquezas y el dominio –dominium, lo llamas– en términos de poder
político, mediático, ideológico. ¿Puede existir democracia en un contexto de
desigualdad extrema como el actual?
No. Durante las
últimas décadas, gran parte de la atención política y académica se ha centrado
exclusivamente en estudiar y tratar de aminorar la pobreza extrema. Sin
embargo, ésta solo es una fracción de la ecuación de la desigualdad. La otra
gran fracción, que pasado mucho más desapercibida, es la concentración extrema
de la riqueza.
Este modelo
meritocrático ha asentado las bases para la creación de un discurso de odio,
juicio y rechazo al pobre
Quienes somos
partidarios de la libertad republicana defendemos que no puede existir libertad
para la mayoría social cuando la riqueza está distribuida de una forma tan
desigual que permite a unos pocos privilegiados ejercer el dominium e
imponer su concepción privada de la buena vida.
David Harvey,
teórico social marxista, dijo recientemente en una entrevista
concedida a Jacobin lo siguiente: “En Silicon Valley quieren una
renta básica universal para que la gente tenga suficiente dinero para pagar
Netflix, eso es todo. ¿Qué mundo es ese? Hablamos de una distopía”. ¿Existe el
riesgo de que el neoliberalismo coopte una medida como la renta básica?
Para preguntarnos
si una renta básica es de derechas o de izquierdas tenemos que observar cómo se
financia. La derecha quiere hacerlo en detrimento del Estado del Bienestar,
cogiendo toda su estructura –pensiones, educación, sanidad, etc.– para hacerla
paquetitos y darle a cada uno su parte. ¿Qué pasa?, que luego no habrá sanidad
ni educación gratuitas. Por otro lado, la izquierda entiende que la renta
básica debe ser compatible con el Estado del Bienestar. Los estudios que
aparecen reflejados en el libro demuestran que su financiación no detrae ni un
solo euro del Estado del Bienestar, de lo que se recaudaba anteriormente. Es
una redistribución de la riqueza del 20% más rico al 80% restante. Se puede decir
que es un servicio público más.
Desde un enfoque
de género, la renta básica tendría un impacto enorme en la lucha de las mujeres
por su emancipación. Tanto es así, que has decidido dedicar un apartado
específicamente a la denominada “crisis de cuidados”. Con un mercado laboral
tan claramente patriarcal, ¿no depender del empleo es condición de posibilidad
para avanzar hacia la liberación de la mujer?
No depender del
empleo es condición para avanzar hacia la liberación de las personas en
general. Indudablemente, una renta básica dotaría de mayor libertad y de un
mayor poder de negociación a la clase trabajadora a la hora de aceptar o
rechazar un empleo, porque las personas tendrían la posibilidad de no verse
obligadas a aceptar trabajos de mierda. Y, como dices, quienes más pueden ver
mejorada su relación de fuerzas son las personas que sufren mayor precariedad
el mercado laboral: mujeres y jóvenes.
Desde la
advertencia que hace Raventós en el prólogo, previendo que a “ciertas
izquierdas” no les va a gustar tu libro, me he preguntado si habéis notado
reticencias hacia la renta básica desde ese fundamentalismo obrerista tan en
boga últimamente.
Siempre ha habido
un sector de la izquierda al que no le ha gustado la filosofía de la renta
básica. Es un sector que tiene muy grabado a fuego el “te ganarás el pan con el
sudor de tu frente”, y nosotros entendemos que esto no debe ser así. cualquiera
debe tener la existencia material garantizada por el mero hecho de ser persona
y no por tener un empleo.
También hay cierto
sector de la izquierda –llamémosle más trabajista– que, a veces,
parece que no entiende que el mundo está cambiando. Y cuando el mundo ya no es
capaz de dar respuesta a algunos problemas bajo las teorías que ellos
presentan, lo que hacen es echarle la culpa al mundo, en vez de darse cuenta de
que es precisamente su inmovilismo el que impide que una izquierda más amplia
consigamos avanzar en conjunto.
Terminamos con la
cita de Arthur C. Clarke que encabeza tus conclusiones: “Cada nueva idea pasa
por tres fases. Primera: es una locura, no me haga perder el tiempo. Segunda:
es posible, pero no vale la pena. Tercera: ¡ya dije desde el principio que era
una buena idea!”. ¿Dónde está la renta básica?
Yo creo que
estamos en la segunda ahora mismo: “Es posible, pero no vale la pena”. ¿Por
qué?, porque la renta básica exige la movilización de grandes recursos
económicos y hay muchas reticencias al respecto. Aunque con la pandemia ha ido
cambiando un poco, el discurso neoliberal todavía está muy presente en nuestro
imaginario colectivo, ver los impuestos básicamente como un robo legal. Aquí
falta mucha voluntad política. Quizá es el momento de analizar ese absurdo que
muestra que cuanto más alejado estás del poder, mayor es tu apoyo a la renta
básica. Un apoyo que parece que, como el agua en su punto de ebullición,
empieza a evaporarse a medida que se van tocando posiciones de poder.
Diego Delgado Gómez ctxt diciembre 2021