La reducción del consumo de carne, una agricultura regenerativa o reducir
el kilometraje de los alimentos son algunas ideas para garantizar los alimentos
para todo el mundo ahora que el planeta ha superado un nuevo récord de
población
— La población mundial llega a 8.000 millones: India, a punto de superar
a China como el país con más habitantes
En el mundo se producen alimentos más que suficientes para alimentar a los 8.000 millones de habitantes del planeta, pero tras una década de descenso constante, el hambre vuelve a aumentar y ya afecta al 10% de la población mundial. Según el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de Naciones Unidas, los efectos de la pandemia de COVID-19 y la guerra en Ucrania han contribuido a una de las peores crisis alimentarias en décadas. En 2019, otras 200 millones de personas en todo el mundo se vieron afectadas por inseguridad alimentaria aguda, debido al aumento de los costes de los alimentos, el combustible y los fertilizantes.
Esto no es todo; se avecinan problemas mayores. El mundo ya tiene más de 8.000 millones de habitantes y se prevé que
alcance los 10.000 millones en 2050. Los agricultores, los gobiernos y los
científicos se enfrentan al reto de aumentar la producción de alimentos sin
agravar la degradación del medio ambiente y la crisis climática, que a su vez
contribuye a la inseguridad alimentaria en el sur global.
La ONU prevé que la producción de alimentos a partir de plantas y animales
tendrá que aumentar un 70% en 2050, comparado con 2009, para satisfacer la
creciente demanda de alimentos. Sin embargo, la producción de alimentos ya es
responsable de casi un tercio de las emisiones de carbono, así como del 90% de
la deforestación en todo el mundo.
“Utilizamos la mitad de la tierra de cultivo del mundo para la
agricultura”, afirma Tim Searchinger, investigador de la Universidad de
Princeton. “Eso es sumamente perjudicial para el medio ambiente. No podemos
resolver este problema pasando a una agricultura más intensiva porque eso
requiere más tierra”. “Tenemos que encontrar una forma de disminuir nuestros
recursos [tierra] y al mismo tiempo aumentar nuestra producción de alimentos”,
indica.
Lo cierto es que no existe una fórmula mágica para lograr este objetivo.
Será necesaria una revisión de cada paso de la cadena de producción de
alimentos, desde el momento en que se plantan las semillas en el suelo hasta el
momento en que los alimentos llegan a nuestras mesas.
El cambio hacia la agricultura regenerativa
Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, el modelo
predominante ha sido la agricultura de subsistencia: la población cultivaba
cosechas y ganado para alimentar a sus hogares en lugar de venderlos para
obtener beneficios. Esto empezó a cambiar tras la Revolución Industrial y la
aparición del capitalismo de mercado, que presenció también el aumento de la
agricultura de plantación, posible gracias a la colonización de tierras de
ultramar y a la mano de obra esclava.
La agricultura industrial no sólo aumentó la escala de los cultivos, sino
que cambió las técnicas utilizadas por los agricultores. En lugar de rotar los
cultivos cada año, se dedicaban plantaciones enteras a un solo cultivo. Este
enfoque de monocultivo, unido a los modos intensivos de cultivo, condujo a la
destrucción de la biodiversidad local y a la degradación de la tierra: en pocos
años los campos dejaban de producir frutos.
Según Frank Uekötter, profesor de humanidades medioambientales de la
Universidad de Birmingham, las plantaciones de los siglos XVIII y XIX eran un
plan para hacerse rico rápidamente, más que una inversión estable a largo
plazo. Los propietarios de las plantaciones sacaban el máximo beneficio de sus
tierras en un corto periodo de tiempo. Una vez que un campo quedaba inservible,
simplemente se trasladaban a otras tierras. “Hasta finales del siglo XIX, la
modernidad global todavía no había reclamado amplias franjas de nuestro planeta”,
afirma Uekötter.
Esta mentalidad de la época colonial persiste, mientras nos quedamos
rápidamente sin tierra de cultivo. “El paradigma agrícola actual es que la
tierra es barata e infinita”, subraya Crystal Davis, del Instituto de Recursos Mundiales. “La mayoría de los
agricultores se limitan a talar más árboles, cuando se necesitan nuevas
tierras”.
“Pero para cumplir nuestros objetivos ecológicos, tenemos que detener la
conversión de los ecosistemas naturales en tierras de cultivo”, dice Davis.
“Podemos conseguirlo en parte devolviendo a las tierras degradadas su
integridad ecológica y su productividad”.
Fresas en un cultivo en Pelluhue (Chile)
La restauración de la tierra no tiene por qué significar devolverla a su
estado original, anterior a la agricultura. “Hay una solución híbrida en la que
estamos devolviendo los árboles y otros elementos naturales al paisaje a la vez
que integramos los sistemas de producción”, dice Davis. “Los sistemas
integrados con árboles y otras plantas suelen ser más sostenibles y productivos
a largo plazo”.
Davis señala la iniciativa 20x20, por la que 18 países de América del Sur y
el Caribe, entre ellos Argentina y Brasil, se han comprometido a restaurar 50
millones de hectáreas de tierra para 2030. La iniciativa incluye una serie de
proyectos destinados a introducir prácticas agroforestales en las explotaciones
de cacao y café de Colombia y Nicaragua, donde se insta a los agricultores a
cultivar e introducir más árboles en sus tierras.
Reducir el kilometraje de los alimentos