Gigantes como Apple, Facebook o Google
deslocalizan parte de su cadena productiva en países del sur global para
ahorrarse costes y problemas laborales, una estrategia que desprotege a los más
precarizados
La ropa barata que vistes y los zapatos de moda que llevas probablemente han
sido confeccionados en condiciones de precariedad por los
empleados de fábricas en países como Bangladés, Myanmar, Indonesia o China.
Incluso podrían ser fruto del trabajo forzado.
Con la tecnología pasa lo mismo.
Aunque no lo veamos, un hilo invisible conecta el móvil de
última generación que guardas en tu bolsillo, nuestras redes sociales favoritas
y la inteligencia artificial que tanto
nos fascina con países del sur global donde la mano de
obra es mucho más barata, especialmente en el África subsahariana
o el sureste de Asia. No es un hilo, sino la cadena de
suministro global. Una realidad que, como apuntó la académica Sarah T.
Roberts en el libro 'Behind the screen', va más allá de la extracción de
minerales esenciales para la fabricación de dispositivos tecnológicos como
el litio, el coltán o el cobalto.
Es el caso del famoso ChatGPT, un programa capaz de simular
una conversación humana y responder a todo tipo de preguntas de los
usuarios casi en tiempo real. Incluso resumir textos complejos en términos
simples, hacer tus deberes, componer música o escribir una novela imitando
un estilo literario. Al interactuar con la máquina puede parecer que hace
magia, pero esa sensación está lejos de la realidad. El sistema, que ya usan
más de 100 millones de usuarios al mes, ha sido programado para aprender de
millones de datos que extrae de internet.
OpenIA subcontrató
trabajadores en Kenia para supervisar ChatGPT
El 18 de enero, una investigación de la revista TIME destapó que OpenAI, la compañía responsable de ese chatbot había subcontratado
a trabajadores en Kenia para que revisasen su buen funcionamiento. Usar la
información que saca de la web lleva a ChatGPT
a cometer errores importantes e incluso replicar mensajes de odio. La
misión de los empleados keniatas es testear el programa una y otra vez y marcar
las respuestas erróneas. Esa categorización permite reducir los sesgos y perfeccionar
las respuestas. Esa tarea es vital, pero aún así su salario equivalía a los dos
dólares por hora trabajada.
La decisión de externalizar esas tareas en Kenia evidencia una relación
poscolonial desigual entre los gigantes tecnológicos y las naciones en
vías de desarrollo. El salario que se paga a los trabajadores keniatas es
superior a la media del país, pero está muy lejos de los 14,71 dólares por hora
que cobran los empleados en Estados Unidos por la misma
tarea. Otros cargos de esa empresa cobran entre 192.000 y 273.000 dólares al
año. Tras la multimillonaria inversión que hizo Microsoft en
enero, OpenAI está valorada en
29.000 millones.
"Cada vez hay más trabajadores dispuestos a competir de forma salvaje
para acceder a salarios cada vez más bajos. Ese modelo se extiende por el
mundo".
"Cada vez hay más trabajadores dispuestos a competir de forma salvaje
para acceder a salarios cada vez más bajos", explica a EL PERIÓDICO el
investigador en tecnopolítica Ekaitz Cancela. "Es un modelo
que se está extendiendo por todos los rincones del mundo".
Facebook indemnizará a
miles de sus empleados por causarles enfermedades psicológicas
Esta realidad está lejos de ser una anomalía. OpenAI subcontrató a esos
empleados a través de Sama, una empresa californiana que gestiona centros en
Kenia y Uganda para realizar esas tareas más mecánicas y a la
que recurren otros gigantes del sector como Google, Walmart,
Microsoft o Meta. Si cuando haces 'scroll' en Facebook e Instagram no
ves vídeos de asesinatos, violaciones o maltrato animal no es porque no
existan, sino porque esos empleados los han visto y eliminado antes. Con el
consecuente impacto psicológico que ello supone. La moderación de
contenido es una industria que emplea unas 100.000 personas en todo el mundo.
Sama se describe como una compañía ética cuya misión es usar la economía
digital para dar oportunidades a gente vulnerable. Sin embargo,
enfrenta demandas por trabajo
forzado, tráfico de seres humanos y represión de los sindicatos,
que también incluyen a Meta. Una de esas denuncias la interpuso el mayo
pasado Daniel Motaung, un empleado indirecto del gigante de las redes sociales.
"Cuando eres pobre, es difícil negociar las cosas en un entorno
laboral", explicó a 'The Africa Report'. "Aunque puedan
sindicalizarse, esos empleados lo harían en el marco de países vulnerables como
Kenia que no pueden negociar con esas multinacionales y donde la desprotección
laboral es tremenda", añade Cancela. La presión internacional sí
ha logrado que Sama deje de prestar servicios de moderación a la
compañía liderada por Mark Zuckerberg.
Como pasa en otras industrias como la textil o la agroalimentaria, las
empresas tecnológicas del hemisferio norte se aprovechan de un sur en el que se
concentran trabajos poco valorados y mal pagados. Esa deslocalización les
supone un importante beneficio económico. Además de recibir subsidios de los
países que las quieren captar y de ahorrarse problemas laborales y los salarios
de empleados en países más ricos, compañías como Meta, Alphabet (matriz
de Google) o Microsoft explotan los vacíos legales en las leyes globales
sobre impuestos para dejar de pagar unos 2.800 millones de
dólares, según un estudio de la oenegé ActionAid del 2020. Tal
incentivo no hace más que perpetuar esa asimetría de poder.
"Cuanto menor desarrollado es el país mayor es la penetración de estas
empresas" Ekaitz Cancela
Apple lleva más de una década concentrando
la mayor parte de la producción de los iPhone en China. La escalada de tensión entre Washington y Pekín ha
hecho que la compañía de la manzana y otros pesos pesados de la industria como
Google, Amazon o Microsoft muden parte de la fabricación
de sus productos a países como Vietnam, India o Tailandia para
reducir su dependencia del gigante asiático. Aunque parte de esa estrategia
responde a razones geopolíticas,
las empresas siguen priorizando su bolsillo. Los ingresos anuales de los
manufactureros chinos se han triplicado en los últimos diez años hasta superar
los 8.820 euros, según la Oficina de Estadística del país. En sus nuevos
destinos la mano de obra es mucho más barata.
Esa lógica de extracción vampirizadora apunta en una dirección cíclica.
"Cuanto menor desarrollado sea el país mayor será la penetración de estas
empresas", apunta Cancela. "Explotan los países y sus recursos porque
es la única manera de asegurar sus ganancias y competir con un país con un país
sin derechos laborales como China". Ese es el modelo hacia el que vamos.
Carles
Planas Bou 13/03/2023
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