Subir o bajar los impuestos parece que son las únicas opciones que nuestros políticos nos ofrecen. Ambas, sin duda, responden a un modelo de sociedad que, por cierto, ni se ha debatido ni se ha explicado más allá de las promesas propias del día de Reyes.
Quien dice bajar los impuestos no nos dice
cómo equilibrar nuestro presupuesto público ni como reducir nuestro
endeudamiento en unos momentos de tipos de interés más altos.
Quien nos dice subir los impuestos tampoco nos
dice qué coste van a tener las políticas de gasto que se proponen y si nuestra
economía y los contribuyentes podrán soportarlo.
Ambos, eso sí, son conscientes del problema de
la desigualdad y del de la vulnerabilidad. Pero ni uno ni otro nos dice qué
está fallando para que las prestaciones públicas que pretenden paliar tales
situaciones, como el ingreso mínimo vital, no estén llegando a manos de sus
beneficiarios. Y tampoco nos dicen nada sobre qué políticas de gasto no están
siendo lo suficientemente progresivas como para disminuir la desigualdad de
forma significativa.
Mientras uno nos dice también cuál es su
política económica, el otro nos dice que las empresas han de pagar más
impuestos.
Pero ni uno ni otro nos dicen qué hay que
hacer para redistribuir mejor la progresividad, ya que no se trata de recaudar
más, sino de redistribuir mejor el pastel y promover el aumento de recaudación
a través de lo que sé denomina el ensanchamiento de bases imponibles
Donde ambos coinciden es en no hablar mucho
del gasto público. De la necesidad de analizar la eficacia y eficiencia de las
políticas públicas. De evitar las duplicidades y los gastos superfluos y
clientelares. Bueno, en realidad, uno dice que se puede recortar mucho que no
lo creo, y el otro que, sin perjuicio de mejoras, el gasto público ya se
gestiona adecuadamente.
Unos miran y admiran el modelo fiscal nórdico,
pero se olvidan de que se sustenta en una excelencia de los servicios públicos
y en el pleno convencimiento del ciudadano de su calidad, sin menoscabo del
necesario equilibrio entre lo público y lo privado. Donde el servicio público
es eficiente y eficaz, el servicio privado es un competidor más. No se dice,
tampoco, que es un modelo en que el IVA tiene un peso importante. Otros admiran
los derechos laborales de los trabajadores alemanes, pero se olvidan de la
elevada renta per cápita germana y de su mejor productividad,
Personalmente, creo que no hay que mirarse en
otros espejos, sino en el nuestro propio como mínimo hasta resolver nuestros
problemas. Y para ello es imprescindible el diálogo. Imponer nunca es la
solución. Convencer, sí. Dialogar, también. De ahí la importancia de que unos y
otros dejen de hablar para unos y para otros, y se sienten a hablar entre
ellos.
Solo así es posible tejer un nuevo contrato
social
No se trata de recaudar más sino de redistribuir mejor el pastel
Antonio
Durán-Sindreu Buxadé - Profesor UPF
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